Nos lleva casi un día en coche alcanzar la parte sur del país, no porque el país sea grande, sino porque las carreteras son pésimas. En el mapa lo que parecen carreteras normales, son caminos sin asfalto, y olvídense de las autovías.
Cruzamos el país de norte a sur en sintonía con la radio salsera y para sorpresa nuestra, de innumerables programas de radio cristianos a diestro y siniestro. Y, aunque no lo creamos, hay más fervor aquí que en España. Cada dos por tres escucha uno en las noticias al acabar que “Dios los bendiga” o hacen referencia al mismisimo sin ni siquiera pararse a pensar que puede haber otras religiones. No, en Costa Rica solo hay una. Y no os creáis que la religión no evoluciona con el pueblo. Venimos en el camino escuchando un programa musical religioso donde la gente llama para pedir sus canciones religiosas preferidas. Y las hay de todo tipo señores, cristiano-rock, cristiano-salsa, pop y hasta reagetton¡¡¡ Ir a misa aquí tiene que ser como ir a una discoteca jajaj
Tras el alarde musical, llegamos a Quepos, ciudad que porta el nombre de los antiguos indígenas que vivían en la región, los “Quepoas”. Tras mucho buscar nos alojamos en “Cabinas Estefan”, un garito regentado por nicaragüenses muy simpáticos y serviciales que parecen no haber visto un extranjero en su vida. No saben escribir, se equivocan en las cuentas y nos preguntan cosas como, habéis venido en avión? Cuánto tarda eso? Está muy lejos España? Y… sinceramente, aprecio más el viaje compartiendo vivencias con ellos que estando en el Backpackers megaguay superhippie de turno que se ha transformado no ya en una forma de viajar barato, sino más bien es un timo para sacar dinero al turista, y me alegro de haberlo descubierto, al menos en algunos sitios.
La entrada al Parque Nacional Manuel Antonio por la mañana cambia todas las expectativas que teníamos de un parque. Es una selva al lado del mar, literalmente. Después de sortear alguno que otro timo para entrar, nos decidimos a patear el parque solos sin la compañía de un guía, lo que según todo el mundo está desaconsejado, ya que “no van a ver nada, ni un animal”…emprendemos la caminata y, balance de la jornada, hemos visto todos los animales habidos y por haber, ¡¡¡y nosotros solitos!!!
El parque es pequeño y uno recorre las playas y la selva en un día con la ayuda de un simple mapa. Nada más entrar un oso perezoso nos da la bienvenida al parque, monos negros juegan en arboles a 20 metros de altura e iguanas y todo tipo de reptiles se nos cruzan.
Tras un descanso en la playa nos disponemos a comer y luchamos contra los mapaches que, acostumbrados a robar comida como bandidos, vienen atraídos por el olor de la nuestra. Jaja Tendríais que ver a Loic tirando de la bolsa del picnic contra un mapache pequeño en un árbol. El susodicho no se acobardaba y nos destrozó la bolsa, aunque afortunadamente no se llevó nuestra merienda.
Nos adentramos en la selva y el relajante ruido de nada, de pájaros de todo tipo y del caer de las hojas. La jungla que es la zona nos cubre de verde y de vida. Animales que ni sabemos cómo se llaman se dejan entrever entre los árboles, serpientes, pájaros y tucanes silban al atardecer.
Este es sin duda uno de los parques más bonitos del mundo, El Parque Nacional Manuel Antonio, bosque húmedo y nuboso, donde la selva se confunde por momentos con el mar que quiere a su vez ser selva.