India lejos (Magda)
Nuestros corazones rotos bailaban
en el abismo de olores,
la sensación, la asfixia, no existe,
el sentimiento acerca e ilumina,
tú, donde estés, cualquiera que sea tu velo,
cúbreme de colores como éstos,
para dejarme ver un poquito de cielo,
para que tus idas y las mías,
se conviertan en ideas que puedan,
por fin, encontrar el equilibrio de la lluvia
que ha de llegar.
Pensamientos (Magda)
Llevo un cuaderno de viaje con mis reflexiones, ésta vez no me da reparo compartirlas con vosotros, por si llegara a algún sitio, por si alguien pudiera oírme.
Decía Saramago lo siguiente:
“El mundo tiene mucho más que decirme de lo que yo soy capaz de entender. De ahí que tenga que abrirme a un entendimiento sin límites, de forma que todo quepa en él”
En India esto se hace inteligible. Mi entendimiento sin límites ha de abrirse si quiero ver esto desde una esfera real que escapa a mi reducido conocimiento de las cosas.
Pero es inevitable en mí revelarme contra la pobreza extrema, las injusticias sociales y la ausencia de reglas. Todo se cambia en mi mente, desde lo más absurdo y simple hasta el más complicado resultado del ser humano. Porque, a pesar de los atrasos encuentro un espíritu propio que había olvidado, donde el presente es el único núcleo fundamental de la vida. La vida, aquí, es el presente y el verdadero resultado del alma y de la felicidad humanas. Donde la vida es estar y sólo estar en todas sus conjugaciones de ese presente.
Ser capaz de proyectarte continuamente en ese presente es haber entendido muchas cosas sobre la base de la vida.
El porqué de mi sublevación interior
El camino ha sido largo en India, no sé si suficiente pero bastante atemporal para darme cuenta de la cultura en sí misma.
Las condiciones insalubres y la servidumbre me rompen una parte de mí que vino aquí como simple espectador de un escenario difícil y, a veces, cruel. Mi postura es la de alargar las respuestas en el tiempo. Porque a lo mejor desde mi arrogancia o prisma occidental he creído hacer algo durante un segundo y medio para cambiarlo.
No es suficiente decirlo, lo sé, pero lo escribo desde el corazón y desde una parte de mí que ama India, pero que es cobarde en la aceptación de la pobreza.
No sensibilizarse con esto es no ser lo humanamente humildes como para reconocer la impotencia del que viene pero que tiene que ver todo desde la más hipócrita de las naturalidades.
Una de mis lecturas favoritas en India ha sido Poema Indio (La creación, Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer ).
En ella cuenta la historia de la creación del mundo y la no aceptación de éste por el dios Brahma,
“sobre la onda pura del Ganges se mece la simbólica flor del loto…”
“el amor es un caos de luz y de tinieblas; la mujer, una amalgama de perjurios y ternura, el hombre un abismo de grandeza y pequeñez; la vida, en fin, puede compararse a una larga cadena con eslabones de hierro y oro”
Brahma crea un mundo perfecto y equilibrado a partir de los cuatro elementos, pero en una historia semejante a la caja de pandora concluye tras un craso error en la creación de un mundo equívoco:
“Un mundo deforme, raquítico, oscuro, aplastado por los polos, que volteaba de medio ganchete, con montañas de nieve y arenales encendidos, con fuego en las entrañas y océanos en la superficie con una humanidad frágil y presuntuosa con aspiraciones de Dios y flaquezas de barro”
Y qué verdad, ese es el mundo que hemos construido y del que no podemos deshacernos.