Hue es la Ciudad Imperial a visitar por excelencia en Vietnam.
Antes de llegar cogemos un autobús desde Ha Noi que dura 14 horitas. Nada más entrar en el autobús, que es “sleeping bus”, nos sentamos en unos asientos delante que están libres. Al vernos tres vietnamitas vienen furiosos y sin mediaciones nos gritan que nos quitemos de ahí y que tenemos que ir al fondo del autobús. El ambiente está tendido y se respira agresividad cada vez que se dirigen a nosotros. Nosotros no queremos quitarnos, hemos pagado para elegir un asiento y estamos en nuestro derecho. La paciencia de los vietnamitas se disipa y acaban empujando a Loic y gritándonos, con lo cual no tenemos más remedio que ir al fondo del bus y pasar una inolvidable noche al lado de los aseos de un bus sucio. El revisor cada vez que pasa nos mira con asco y hasta nos tira los tickets a la cara. En fin, a nadie le gusta que le traten así y juramos y perjuramos que por esa noche pasaremos el bus, pero haremos algo, claro que lo haremos.
Al día siguiente nos presentamos en la oficina en cuestión “Camel Travel” y os tratan casi peor que en bus anterior. Queremos que nos escriban en los tickets que podemos elegir nuestro asiento en su lengua y el que está en la recepción, primero se ríe de nosotros, luego negocia con Loic diciendo que lo escribe si le da sus gafas de sol y finalmente escribe algo en los tickets. Nos vamos a comer algo y conocemos a un camarero vietnamita muy simpático que nos traduce en inglés lo que el de la agencia acaba de escribirnos.
Dice así: “poned a éstos turistas al lado de los aseos”
Nos sale humo de las orejas de la rabia y nos vamos hechos una furia a la agencia en cuestión. Prefiero solucionar yo esto ya que al ser una tía creo que hay menos probabilidades de que llegue a las manos la cosa.
Entro en la agencia, el tío está durmiendo a la siesta de espaldas al mostrador, le despierto de la siesta y de forma calmada le digo si se cree que somos tontos, que los turistas no somos idiotas, que no merece ese trabajo y que afortunadamente no todos los vietnamitas son tan corruptos y tan malas personas como él.
A todo esto entra en la agencia la que parece ser la dueña de la misma, le pide cuentas al tío en cuestión y decide cambiarnos los billetes. Hago señas a Loic, que me espera fuera como un volcán en erupción para que me dé su ticket.
Entra y se arma la revolución rusa, francesa y todas juntas en la guerra de vietnam. Loic coge un “dios gordo” al que tienen en un altar de buda y amenaza con romperlo a añicos si nos siguen tomando el pelo y no escriben lo que queremos. La situación se nos va de las manos, intento calmar a Loic. Ahora me río, porque tendríais que ver las caras de los vietnamitas ante tal ofensa.
En un intento por arreglar los billetes y de calma por mi parte no dejan de llamar por teléfono. Loic me dice que han llamado a la policía y nos damos a la fuga lo más rápidamente posible con la moto.
Esa tarde recorremos los campos de arroz a las afueras de Hue, al final ni tan malo, porque nos metemos con la moto en aldeas en las que nunca han visto un turista. Bebemos cervezas con ellos y reímos. Gracias que todos los Vietnamitas no son agresivos, un día intenso donde los haya.
Con tanto contar contratiempos del viaje se me ha olvidado contar lo que visitamos en Hue. La Citadelle Imperial, compuesta por templos coloridos, suntuosos palacios y hasta una pequeña ciudad prohibida en el interior. El legado es precioso, fruto de la herencia de la cultura China en ésta ciudad. Hay una sala roja muy grande donde yacen las cenizas de los últimos emperadores.
Nuestro próximo autobús lo cogemos ese día por la tarde hacia Hoy An, ciudad recomendada en todas las guías. Nos esperamos lo peor una vez más en éste trayecto y la intuición no nos falla. Al coger el bus nos encontramos al tío de la agencia que se encarga de que entremos los últimos en el autobús quedando sólo una plaza. Viajamos cuatro horas de trayecto los dos en el mismo sitio, esto de castigo.
Si pensáis venir a Vietnam un día nunca cogáis un “open bus” y menos con “Camel Travel”.
Viajamos con una sensación de niños malos castigados pero con la satisfacción de no callarnos ante las injusticias.